El narrador de este cuento pasará sus últimos días en compañía de un peculiar inquilino.
Humor negro
TOC. TOOC. TOOOC. Tan rápido como pude la escondí en un cajón de la cómoda. Su pierna se atoró al tratar de cerrarlo, no podía ni respirar de la ansiedad. ¡TOOOC! Empujé la pierna y cerré el cajón con fuerza….
Todos en el pueblo hablaban de él. Era el hombre del momento, el ejemplo vivo de la prosperidad, la encarnación del éxito, la prueba de que si uno se propone algo, lo logra. Nunca más tendría que ensuciarse las manos…
Por Fabiana Ortega@Instagram Puso a hervir el agua con la verdura. Ya había picado, despellejado y sazonado, pero la receta se le trancó cuando no supo cómo sacarle la pintura de uñas.
Abrió los ojos. Desenroscó la tapa de la botellita de vodka y el líquido fluyó hacia arriba. –Qué extraño –dijo en voz alta, mientras el intenso viento le llenaba los cachetes. Miró hacia arriba, descubriendo al avión en llamas. –¡Eso…
Me chupé el dedo índice. Cuidadosamente lo pasé por el ceibó de la cocina de mi abuela para que se pegara la mayor cantidad de leche en polvo. ¡Qué mal sabe el veneno para cucarachas!
Si le hubieran preguntado cómo iba su día una hora antes, durante el incendio, hubiera respondido distinto. Ahora, frente a las cenizas, con el arma y los fósforos en la mano, estaba convencido de que era el mejor día de…
—¿Soy el hombre de tu vida? —preguntó él. —Sí —respondió ella con los ojos llenos de amor—, el séptimo.
Un aula es un aula es un aula.
A palabras necias, oídos sordos …y don Justino lo sabe.