Quiero compartir anécdotas del proceso de escritura del cuento María Pandemia (ft. Baby), que pasó por muchísimos cambios hasta la versión que publicamos aquí en Bandapalabra, por si alguien encuentra en estas líneas alguna idea que pueda serle de utilidad.
De salida, quería salir lo más lejos de mi zona de confort (tal vez por poder salir de algún lado en este confinamiento) y también sabía que no quería escribir de frente sobre el Covid-19; es más, quería ofrecer escapismo.
Así inventé a una mujer llamada María Pandemia. Por ahí me dijeron que fue un poco forzado, porque ¿qué padres le harían eso a su hija? Cierto, es bien rebuscado. Pero he aquí un detalle: yo me inspiré en la historia real del periodista panameño Hitler Cigarruista, quien hace meses en una entrevista en El País contó que su padre quería demostrar que podía haber un Hitler bueno.
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Ajá: tenía a María Pandemia, pero no se me ocurría qué hacer con ella. Así que la dejé reposar unos días, pensando por ratos cómo sería su vida.
La primera imagen que me convenció fue la de una niñez aguantando burlas por ese nombre, seguida por una mayoría de edad en la que intentaría cambiárselo. Escribí: “La gente la veía de reojo, como si pronunciar su nombre en voz alta fuese a contagiarla…” y se me apareció una nueva pieza: el cuento trataría sobre una profecía autocumplida. María Pandemia contraería un virus mortal y transmitírselo a un gentío. Se contagiaba, por cierto, comiéndose unos huevos chimbos mientras visitaba a su familia en el Zulia, porque yo sentía que el cuento pedía una importante dosis de costumbrismo.
Pero no tenía final, no tanto porque no me imaginara un desenlace, sino porque no hallaba qué era lo que quería transmitir: cómo justificaba yo quitarles diez minutos del tiempo a la persona que leyera esto si el asunto no tenía alma.
Eureka.
Dos nuevos ingredientes: sería un monólogo y una confesión. La senté frente a un cura para que le soltara toda su vida… y al llegar a la penitencia probé trasladar la acción de una iglesia a una cárcel: resultaría que María Pandemia no se confesaba por gusto, sino porque iba a ser ejecutada al haber introducido el virus mortal al país. Coño, pero ¡qué deprimente! Me había desviado de mi intención de producir escapismo.
Entonces, ¿cómo cambiar el cuento sin desarmarlo todo? Cambiando de género: pasé del drama a la comedia. Me acordé del chiste de Juan Caca contado por Álvarez Guedes y tuve un golpe de suerte simultáneo: abrí Spotify y me mostró un anuncio de la rapera española Mala Rodríguez. Así que María Pandemia pasó a llamarse Maldita Pandita, futura estrella de reguetón (porque este género me aseguraba un arsenal de contenido). Googleé cuanto pude sobre los dialectos reguetoneros. No fue divertido.
Para rematar, usé el viejo truco de emplear como red-herring una frase con varios significados: “sacarse la lotería”. Si lograba desviar la atención hacia el significado literal de “ganarse dinero con la lotería”, podría llegar al final inesperado porque en realidad estaría refiriéndome a un embarazo no planificado. María Pandemia (featuring Baby) se terminó de escribir ella solita.
En resumen, para terminar mi cuento me fueron útiles:
- Tener una idea de tono, pero estar abierto a los caminos que podría tomar la historia.
- Crear un personaje y dejarlo crecer en la imaginación.
- Obviamente, no escribirlo a contrarreloj, sino dejarlo reposar por un tiempo razonable.
- Estar atento al mundo. Tratar de encajar el día a día como piezas de puzle. Unas servían, otras no.
- Salirme de la zona de confort.