Había una vez
...muchas maneras de echar tu cuento
0   /   100

Sor María Socorro y sus cruces afiladas

Comenzar a leer
La melodía de una monja que pasa casi cuatro décadas reviviendo el asesinato de su esposo.

La habitación húmeda, el moho del alma, la puerta centinela y la mesa de noche. Y encima la foto, siempre la foto: Mario, su esposo, antes de los kilos de más, sin el cansancio que le producía su trabajo nocturno. Sobre él, dos cruces de hojillas de afeitar que ella renovaba cada noche antes de dormir, justo después de aliviarse del crucifijo y guardarlo en la gaveta. La pena de su alma en prisión, la lámpara que iluminaba el retrato de Mario, ése que, en 1986, apareciera en todos los diarios. Las cruces nuevas en su frente y en su pecho. A María le gustaba el filo que sacaban las hojillas a las ondas de luz, destellaban igual que las cuchilladas que ella presenció hace casi cuatro décadas. Eran las 5 menos 10 de la mañana, eran siempre las 5 menos 10 de la mañana, y se sentía de nuevo como si la noche no transcurriera.

—Sor María Socorro, hay alguien que la busca. Dice que es importante.

Se puso una batola, improvisó una coleta en su cabello. Ni siquiera ante la premura pensó en mostrarse sin el hábito que ya era parte de su rostro. Sus arrugas volvían a estar descubiertas, sus grietas también. Su cabello quedaba de nuevo asfixiado. Salió, pero su alma permaneció tras la puerta, aprisionada por décadas en el mismo calabozo de su habitación. Húmeda, fría, podrida. Castigada.

—Y quién me buscará tan temprano? —le preguntó María a la novicia.
—Una periodista de Madrid, yo la he reconocido. Debe tener mucho interés para haber conducido hasta aquí.

De inmediato supo de quién se trataba. La misma mentirosa del noticiero, la misma que aseguraba en la emisión nocturna que dos hombres habían asesinado a su esposo. Ese pequeño televisor en blanco y negro de la comisaría, aquel detective que la encubrió, el maletín con pesetas en efectivo. María se sintió débil, sin equilibrio para dar un paso. Echó a la basura los pocos colores y la precaria nitidez del convento, se arrastró por las paredes del pasillo, hasta que la vio; la vio y la oyó en la melodía de la infamia: «Dos drogadictos en plena ansiedad…». Se acercó entonces con lentitud de las décadas:

—Ayer han dejado en libertad a los asesinos de su esposo.
—Hace poco menos de cuarenta años que no veo noticias.
—He traído a mi equipo de producción para, si me lo permite, haceros una nota para el canal. Me gustaría saber qué siente María de Postigo al respecto.
—Sor María Socorro.
—Por supuesto.

El director y sus dos asistentes acondicionaron el espacio para la grabación. Instalaron las cámaras y las luces, que al encenderse le emitieron los destellos de las cuchilladas, los destellos de las hojillas de afeitar. María recordaba en golpes de luz. Recordaba, disfrutaba. El primer puñetazo en la cara, el sonido de la cuchilla deshojándose. «¡Sí, clávale una cruz al maricón!». Electrizante. Se hundía y se elevaba al mismo tiempo. Sus latidos de miedo, de rencor, pero sobre todo de excitación. «¡No me quieres follar! ¡Pues ya tengo quién me folle!». Volvió a ver a Mario en el piso, volvió a pegarle un par de puntapiés, deliró con el último beso apasionado a su amante.

—Sor María, tome asiento. Estamos listos para comenzar.

María se acercó a la silla y dejó que le acomodaran la pinza con el micrófono de solapa.

—Grabando —dejó saber el director.
—Son inocentes —dijo María—. No han sido ellos, ha sido mi amante. Os ruego que dejéis a esos hombres en paz.

Las luces se apagaron; permanecieron los destellos.

Todas en el convento sintonizaron el noticiero de la noche, todas menos María. Volvió a su minúsculo guardarropa, sacó la caja de hojillas de afeitar y de nuevo las colocó en formas de cruz sobre la frente y el pecho de la foto de Mario. Tomó una hojilla adicional y con ella escribió en la madera de la mesa de noche: «Perdóname, Mario Postigo». Y luego la enterró en el interior de sus muñecas.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *