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Renata Kornek de Marburgo: un dossier

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Una investigación revela la verdad sobre uno de los más grandes misterios de los últimos tiempos: la niña-lobo de Marburgo y la bestia que siempre la acompañó.

Prólogo

En una ocasión en la que se nos pidió que contáramos hechos curiosos de nuestra vida, compartí con todos la historia de Renata Kornek, la niña lobo de Marburgo. Hice trampa, claro; aquello no me ocurrió exactamente a mí, pero fui yo quien dio con la historia cuando trabajé de becario en los archivos de Der Spiegel, en Alemania, donde la encontré en medio de un montón de papeles en una gruesa carpeta marrón sepultada en el fondo de un armario. Nunca se llegó a publicar porque el director en aquel entonces pensó que no sería capaz de venderla a sus lectores. Así que si yo me apropié de ella, puedo decir que en cierto modo es mía.

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El dossier, armado por un desconocido periodista berlinés que llegó a trabajar por muy poco tiempo en el semanario, se abre con el recorte de una noticia que fue muy sonada en la región de Hesse durante la primera mitad de los años setenta, cuando tras tres días de frenética búsqueda la policía por fin logró dar con el paradero de una pequeña niña de diez años, que según los periódicos locales había desaparecido en los bosques de las afueras de Marburgo. La niña en cuestión era la única superviviente de un terrible accidente de carretera que se había cobrado la vida de su madre y del conductor de un camión que cometió el fatal error de quedarse dormido al volante. Las esperanzas de encontrarla con vida eran mínimas incluso entre los pronósticos más optimistas, de ahí el júbilo con el que se contaba cómo la pequeña había sido hallada vagando por un camino secundario de tierra que conducía a la ciudad. Sucia, descalza y con la ropa hecha jirones, pero viva y en apariencia no demasiado afectada por la terrible experiencia por la que había pasado.

El nombre de aquella niña era Renata Kornek. La foto que acompaña la noticia la muestra de pie al borde del camino, con sus cabellos rubios llenos de mugre pero que aun así no conseguían desmejorar su hermoso rostro y aquellos ojos azules adivinables incluso en el blanco y negro de la fotografía. No está sola; en los brazos sostiene un pequeño cachorro de lobo que ha traído con ella desde la espesura de la selva. Por mucho que se intentó nadie consiguió quitárselo de los brazos, y si terminaron desistiendo fue porque la presencia de ese animal parecía calmar a la niña. Cuando su padre, Waldemar Kornek, apareció para hacerse cargo de ella, no tuvo más remedio que adoptar al animal.

Renata afirmaba que lo había encontrado en lo más profundo del bosque, en los restos derruidos de una casa de piedra donde una familia de lobos había hecho su madriguera. Debajo de esa casa hay una cueva –decía– y dentro de esa cueva hay una puerta. Aquel cachorro era, como ella, el único superviviente de una masacre; un cazador por lo visto había abatido a su madre y a sus hermanos, y de no haber sido por ella habría también muerto. Renata incluso le había puesto nombre: Misha.

Tiempo después el jefe de los guardabosques que habían participado en la búsqueda mencionó que nunca se llegó a encontrar aquella casa en ruinas, pero lo que sí recordaba con claridad –y que la noticia no menciona– era que las ropas y el cuerpo de Renata estaban manchados de sangre.

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El segundo documento que forma parte de aquel dossier es una entrevista que el autor del reportaje había realizado al doctor Rainer Gessman. Es extensa –el manuscrito tiene más de veinte páginas además de varios folios de notas marginales– y está fechada a finales de los noventa, cuando el caso de Renata Kornek era historia pasada. En la entrevista el doctor Gessman explicaba con todo lujo de detalles sus tiempos como psicólogo asociado y consejero estudiantil del gymnasium donde trató a la joven Kornek, quien ya para entonces tenía catorce años.

Después de su rescate en el bosque, la recuperación de la niña había sido más rápida de lo esperado. Parte del mérito se le atribuía a la presencia de Misha, a quien el señor Kornek había accedido cuidar en casa ignorando su naturaleza de lobo y fingiendo ante todos –incluyendo las autoridades– que se trataba de un perro excepcionalmente grande. El dossier contiene varias fotos del animal a los cuatro años de su rescate y adopción, pero hay una que resulta especialmente reveladora: en ella se ve a la joven Renata de rodillas sonriendo ante la cámara con uno de sus brazos sobre el lomo de un auténtico monstruo casi el doble de grande que un perro normal, con el pelaje gris y los ojos amarillos. A pesar de su apariencia Misha tiene una expresión de serenidad que hace que él y Renata parezcan un solo ser. La felicidad de la chica y la naturalidad con la que parece acariciar la piel del lobo forman una escena salida de un cuento de hadas.

Esos momentos en los que ambos comparten escena son las únicas imágenes en que a Renata se le ve sonreír. Con la llegada de la adolescencia la niña, que poco a poco se ha ido convirtiendo en una bellísima joven, se ha vuelto cada vez más aislada e introvertida. De sus pocos amigos del gymnasium casi ninguno ha ido jamás a su casa. La escasa comunicación que el colegio tiene con su padre hace saltar las alarmas del consejero escolar, y es más de uno el que piensa que tras las paredes de la residencia Kornek hay una historia de abuso sexual por parte del padre de familia. Intentando llegar a la verdad del asunto, el doctor Gessman inicia una larga serie de sesiones con la muchacha en la que esta no para de hablar de los extraños sueños que pueblan sus noches, especialmente uno en el que ella y Misha caminan juntos por el bosque hasta llegar a una laguna donde la espera una multitud de hombres con máscaras de lobo.

Las conclusiones del doctor Gessman fueron vagas cuanto mucho. A pesar de un par de entrevistas con el señor Kornek, no había indicio alguno que permitiera dar fruto legal a la tesis del incesto. Los años escolares de Renata pasaron así sin ningún otro hecho destacable.

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El siguiente documento es una carpeta manila con el membrete de la policía de Hesse. Dentro de esta carpeta –que ostenta un gran sello con las letras «Confidencial» están los resultados de una investigación por parte de la policía de un hecho ocurrido el día en que Renata cumplió quince años y, contrariando su acostumbrada soledad, su padre le organizó una fiesta en su casa. El grueso del documento es el testimonio de uno de los jóvenes que asistieron a dicha fiesta. Al tratarse de un menor de edad, el nombre del testigo está tachado, pero una investigación posterior por parte del autor del reportaje reveló que se trataba de Andreas Reifert, el mejor amigo de Renata y lo más parecido que había tenido a un novio, aunque ni siquiera él se habría considerado como tal.

En la transcripción el oficial deja algunas notas marginales que dan cuenta del estado de agitación del chico. El autor subraya los párrafos que considera más importantes.

P: ¿Y cuándo os disteis cuenta de que algo estaba ocurriendo?

R: Yo qué sé. En aquel momento nadie estaba pensando en nada. Vamos a ver, para entonces era casi la medianoche, llevábamos allí varias horas y el ambiente se estaba animando mucho. El señor Kornek no nos permitió beber alcohol, pero algunos de los chicos habían conseguido traer a escondidas una botella.

P: ¿Le habéis dado alcohol a Renata?

R: ¡Ni hablar! Ni a ella ni a ninguna de las chicas. Lo de ella era todo natural. Era como si estuviera poseída. Se puso a bailar sola en medio del patio y cualquiera hubiese pensado que estaba drogada o algo así.

P: ¿Crees posible que alguno de los otros chicos le haya pasado alguna droga?

R: No lo creo. Ninguno de ellos haría nada así, aunque más de uno hubiera querido tener una oportunidad con Renata. Yo mismo había ido a aquella fiesta porque pensé que podría estar cerca de ella. Era una magnífica oportunidad; tiene que entenderlo, su padre, el señor Kornek, es un tipo muy celoso, no le había permitido jamás hacer una fiesta o reunirse con un grupo en casa. Parecía como si únicamente le permitiera la compañía de ese lobo.

P: Y sin embargo, esta vez no fue así.

R: Renata fue la que insistió. Quería esa fiesta, así que al final el señor Kornek le permitió reunirnos a todos en aquel patio con el lobo atado con una cadena.

P: Y dices que durante todo ese tiempo el animal estuvo quieto.

R: Lo juro. Era como cualquier perro. Estaba perfectamente tranquilo incluso con la música a todo volumen. Era muy raro. Cuando Renata se puso a bailar en medio del patio él se quedó mirándola, tenía los ojos fijos en ella, como todos nosotros. Luego Renata empezó a sacar a los chicos a bailar con ella, varios a la vez. Todo el ambiente era rarísimo. Nunca nadie la había visto así, parecía otra persona. Estaba prácticamente encima de los otros chicos como si quisiera… no sé. Aquello me volvió loco, estaba muerto de celos, pero el caso es que yo también bailaba con ella. Yo también estaba como hipnotizado. Y antes de que me lo pregunte, no estaba borracho ni drogado. Era otra cosa, algo en el aire que nos hacía rodear a Renata, querer tocarla. Nunca me había ocurrido nada así, no sé cómo explicarlo.

P: Y fue entonces cuando el padre de Renata intervino.

R: Estaba furioso. Comenzó a gritar como un loco y a insultarla. Pero el problema vino cuando tomó a Renata del brazo y la apartó por la fuerza. Fue como si de repente se rompiera ese efecto mágico que había en el ambiente. Fue entonces cuando el lobo comenzó a gruñir. Si usted cree que el tamaño de esa bestia impresiona déjeme decirle que no es nada como verle enfadado. Lo escuchas y estás seguro de que es el último día de tu vida. Yo al menos lo sentí así.

P: ¿Crees que el lobo hubiese atacado a cualquiera de los presentes o crees que fue directamente a por el señor Kornek?

R: Directamente a por él, sin duda. Podías ver el odio en sus ojos. Y todo fue porque el señor Kornek le puso la mano encima a Renata. Fue una suerte que estuviese encadenado porque solo consiguió morderle en el brazo. Casi nada, apenas un roce, pero lo suficiente para que todos viéramos sangre. Le digo, si ese animal no hubiese estado atado el señor Kornek no hubiese vivido para contarlo.

Pero lo cierto era que había vivido. El informe de la policía muestra otros interrogatorios que repiten más o menos la misma historia, incluyendo el pánico que se apoderó de los chicos y la llegada posterior de los agentes de la ley. El señor Kornek podría haber conseguido que el Estado ejecutara a aquel animal en el acto, pero sorprendentemente no emprendió ninguna acción legal. El agente que redactó el informe se preguntaba cómo era posible que aquel hombre siguiera conviviendo por su propia voluntad con un animal tan peligroso en su casa. La respuesta oficial había sido el inmenso amor que su hija sentía por Misha, pero en el fondo había algo más, algo que el agente había visto en los ojos del señor Kornek.

El padre de Renata le tenía un miedo terrible a ese animal, y no deseaba contrariarlo.

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Recortes de titulares y breves notas de prensa de varios periódicos de circulación regional. En todos ellos el autor del dossier ha escrito la fecha de publicación. En muchos realizó notas a mano que resultan del todo ilegibles.

MARBURGER NEUE ZEITUNG – 18.04.1978: DOS JÓVENES AGREDIDOS POR ATACANTE DESCONOCIDO. En la localidad vecina de Landgrafenschloss dos jóvenes de origen turco fueron llevados a la sala de urgencias tras un altercado al salir de una discoteca de la localidad. Debido al estado de intoxicación de las víctimas no fue posible dar con una descripción del atacante, pero ambos afirman haber escuchado en todo momento el gruñido de un enorme perro que podría haber estado acompañando a su agresor. No se ha…

FRANKFURTER GAZETTE – 23.05.1978: ¡SANGRIENTO HALLAZGO! ENCUENTRAN CADÁVER MUTILADO EN EL LAHN. La policía local de Marburgo ha rescatado esta madrugada el cuerpo sin identificar de un hombre de aproximadamente cuarenta años en el cauce del río Lahn, a las afueras de la localidad. El cuerpo, al cual faltaba una de las extremidades inferiores, presentaba varias heridas aparentemente producidas por un animal de gran tamaño. La policía no descarta el empleo de perros de lucha por parte de bandas criminales…

NASSAUER TAGEBLATT – 15.06.1978: LOBO ANTROPÓFAGO SUELTO EN MARBURGO. LA POLICÍA OFRECE RECOMPENSA. Las autoridades locales y el Ministerio del Interior ofrecen una recompensa de cinco mil (5000) marcos a quien facilite información que resulte en la muerte o captura de un misterioso lobo que aparentemente ha sido el causante de varias agresiones ocurridas en la ciudad durante los últimos dos meses. Hasta el momento no se han…

HESSISCH NIEDERSÄSCHISCHE ALLGEMEINE – 29.07.1978: PADRE DE FAMILIA DUEÑO DE LOBO SALVAJE NIEGA ACUSACIONES. Tras ser interrogado por la policía, Waldemar Kornek, residente de la localidad de Marburgo, ha sido puesto en libertad sin cargos en relación a los numerosos incidentes protagonizados por lo que parece ser un lobo salvaje suelto por el extrarradio de la ciudad. El señor Kornek es propietario desde hace varios años de un ejemplar de lobo gris al que cuida junto a su hija. La policía ha podido comprobar de primera mano, sin embargo, que el animal se encuentra a buen resguardo y no hay motivos aparentes para creer que haya podido salir de casa. El señor Kornek, quien a principios de este año ya se vio involucrado en un hecho policial protagonizado por el animal en cuestión, rechazó hacer declaraciones que pudieran…

OBERHESSISCHE PRESSE – 11.08.1978: ¡AVISTADO EL LOBO DE MARBURGO! LA POLICÍA ESTRECHA EL CERCO. En la madrugada de este viernes la policía tomó la declaración de Hannah Diehl, una funcionaria de la oficina de Asuntos Sociales que se cuenta entre las pocas que han sobrevivido al ataque de la bestia. Diehl, que se encontraba hasta tarde en su oficina, relató haber visto una enorme bestia gris de ojos amarillos saltar por encima de su coche justo cuando se disponía a abandonar el aparcamiento. Por fortuna para ella, la presencia de los dos vigilantes del local causó la huida del animal, el cual fue descrito por los agentes como una criatura de por lo menos dos metros y medio de largo. Hoy la policía tiene indicios de…

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El siguiente documento es una serie de fotocopias de un diario personal firmado por Renata Kornek. La escritura de la bitácora formaba parte de la terapia aconsejada por el doctor Gessman durante su tratamiento. De acuerdo con el índice del dossier, el diario contiene más doscientas entradas a lo largo de los casi dos años que duraron las entrevistas entre él y Renata. La mayoría de estos textos son relaciones detalladas de los extraños sueños de la joven. El que se incluye en el documento es el último, de cuando Renata estaba por cumplir los dieciséis años. De acuerdo con el doctor Gessman, este texto dificultó la relación con su paciente y fue el causante de que decidiera no continuar la terapia.

Es el mismo sueño de siempre, solo que esta vez voy más lejos que nunca. Estoy caminando por el bosque y siento que miles de ojos me observan, a pesar de que no puedo ver a nadie. Misha va a mi lado. Mis pasos no hacen ruido sobre la tierra húmeda y las hojas muertas. Voy descalza. Llevo un vestido blanco como el que llevaba mamá el día del accidente, el día en que discutió con papá e intentó que nos fuéramos lejos de casa. Llevo el pelo suelto. En el aire puedo oler las flores. Las pisadas de Misha parecen de espuma. Lo único que se escucha es el ruido que hacen nuestros cuerpos al pasar entre las hojas y la respiración de Misha que camina junto a mí. Pronto llegamos a la casa de piedra donde nos encontramos cuando ambos éramos pequeños. Pero ahora es diferente; en la casa nos está esperando alguien. Es un hombre. Una máscara de lobo le cubre el rostro. Siento que deseo acercarme a él, pero permanece en la distancia y me señala un camino en medio de los árboles, al otro lado de la casa. Misha y yo caminamos por aquel sendero y llegamos a otro lugar, una laguna enorme. Para cuando estamos en la orilla se ha hecho de noche y sin embargo la luna brilla con tanta fuerza que es capaz de iluminar todo aquel espacio. Misha se acerca al agua y mira hacia el cielo. La luna se refleja en la superficie como si aquello fuera un espejo. Una vez más siento que miles de ojos me observan. Cuando miro a mi alrededor, veo que estoy rodeada de una multitud de hombres que llevan máscaras de lobo. Hay uno de ellos que llama mi atención. Su cuerpo es grande, fornido como el de un atleta. Lleva un grueso abrigo hecho con la piel de un animal y su máscara de lobo es blanca y tiene dos caras que miran en direcciones opuestas. Su cuerpo parece hecho de piedra. Mi corazón se acelera porque algo dentro de mí me empuja a acercarme a él. Quiero que me tome entre sus brazos y que me apriete hasta cortarme la respiración. Aún en el sueño siento un sudor que comienza a bajar por mi espalda y un calor que comienza justo debajo de mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo. Me cuesta respirar. El hombre de las dos caras señala con la mano hacia la laguna. Yo miro la superficie y veo que Misha me observa con sus ojos amarillos antes de entrar al agua y sumergirse en ella hasta desaparecer. Tengo miedo. Pienso que se ha ahogado. A lo mejor es mi culpa por haber mirado con deseo a aquel hombre. A veces no entiendo a Misha. Es celoso; no permite que mi padre se acerque a mí, pero en la fiesta fue él quien me dijo que bailara con los chicos, que me dejara tocar por ellos, que permitiera que pusieran sus manos sobre mí e invadieran mi cuerpo con su calor. Sé también que es él quien me ha traído hasta aquí. La superficie del agua se rompe y del lugar donde se ha hundido Misha aparece un hombre, alto, de cabellos negros. Su cuerpo es enorme y fuerte, sus músculos brillan con el agua y la luz de la luna. El hombre sale del agua con pasos lentos, fijando su mirada en mí. Está desnudo. Se parece a esas estatuas que vi en la clase de Historia del Arte. Olvido donde estoy, no siento la presencia de aquellos que me rodean observándome desde la espesura del bosque. Solo tengo ojos para el cuerpo de aquel desconocido que se acerca y me toma en sus brazos. Toda mi piel se estremece cuando me agarra de los hombros y comienza a quitarme mi vestido blanco, dejándome tan desnuda como él. No es que no pueda resistirme, es que no quiero. Toco su cuerpo, busco el calor de esa piel que quema a pesar de que acaba de salir del agua. Nos tumbamos en la tierra húmeda y él comienza a besarme por todas partes, y siento que su boca me muerde en el cuello causando un temblor incontrolable por mi cuerpo que nunca antes había sentido. Sus brazos y su cuerpo son fuertes y me mantienen atrapada entre él y la tierra, y todo lo que hago es envolverlo con mis brazos y mis piernas mientras me entrego a él, al tiempo que todos aquellos enmascarados nos miran en silencio desde el abrigo de los árboles. Mis dedos se hunden en el pelo de aquel hombre que poco a poco alza la cabeza mientras me penetra. Entonces veo su cara. Veo aquel rostro hermoso de dientes tan blancos, dos de ellos ligeramente puntiagudos. Pero son sus ojos lo que me asombran, sus ojos son lo que miro mientras todo mi cuerpo arde con el placer que me da. Porque sus ojos me revelan quién es, sus ojos amarillos que tan bien conozco. No sé muy bien cómo ha ocurrido, pero sé que aquel hombre es Misha.

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Tras la copia del diario el autor del reportaje incluye un sobre lleno de recortes de periódico y partes policiales sin ningún orden aparente. Lo único que se puede sacar en firme es que el famoso caso del «lobo de Marburgo» muy pronto deja de ser material de tabloide para convertirse en una conmoción mediática a nivel nacional. El sobre muestra varias piezas periodísticas cada vez más extensas acerca de los crímenes que poco a poco van manchando el mapa de la ciudad y los alrededores. En todos ellos se reproduce la misma constante; testigos hablan de una enorme bestia y los cadáveres de las víctimas aparecen horriblemente mutilados.

A estas noticias se superponen los cada vez más insistentes reportajes acerca de Renata y su lobo Misha. La prensa parece tener una fascinación con la chica que raya en lo enfermizo. En algunos artículos incluso se cuela brevemente la historia de su rescate siendo apenas una niña, una historia que por supuesto es adornada con ingredientes dignos de un relato fantástico.

Si bien el autor no lo menciona, todo parece indicar que al final la presión de los medios hizo estallar todo el asunto; frustrados por no haber podido dar con una solución, la policía decidió drenar los miedos de la población por medio de un chivo expiatorio y fueron a por Misha sin pruebas claras de su culpabilidad. Esta vez el señor Kornek no opuso resistencia; en el fondo debió considerar aquello como una oportunidad perfecta de quitar de en medio a la criatura que habitaba sus pesadillas. Debe haber sido así porque a pesar de la crisis con su hija y de lo que a todas luces parece haber sido una lucha de voluntades entre los dos, el padre de familia finalmente se impuso y el lobo fue atado a su cadena en espera del equipo de policía que vendría a llevárselo al día siguiente.

La súbita decisión de Waldemar Kornek queda explicada en varias notas marginales que ha hecho el autor del reportaje acerca de cómo el padre de Renata había sufrido grandes cambios a raíz del incidente con el lobo un año antes, y sobre todo por cómo ese hecho había abierto un abismo insalvable entre su hija y él. El porqué de esas notas se vería más adelante, cuando el desconocido autor relatara el desconcertante desenlace que tendría la historia.

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A juzgar por lo desordenado del dossier en sus últimos tomos, el final de la historia de Renata Kornek fue algo confuso. Sin embargo, el asunto se cerró de la única manera posible: con un crimen. Específicamente, el documento abre con un recorte de prensa donde un gran titular del Frankfurter Allgemeiner da noticia del asesinato de Waldemar Kornek, que había sido encontrado en su casa con la garganta desgarrada a mordiscos en medio de lo que parecía haber sido una batalla sin cuartel.

La noticia mezcla de forma caótica los testimonios de varios vecinos de los Kornek, quienes aseguraban haber escuchado gritos provenientes de la residencia a altas horas de la madrugada, justo en la víspera del día en que la policía tenía que haberse llevado a Misha. Haciendo la conexión entre los hechos de los días anteriores, los vecinos no dudaron en resaltar que habían escuchado fuertes gruñidos que venían desde dentro de la vivienda. Lo sorprendente, sin embargo, es que todos los testigos afirmaban que estos no eran los gruñidos de una criatura sino de dos.

Cuando la policía finalmente llegó a la casa, se encontraron con un escenario que parecía salido de una película de terror. En el salón todos los muebles estaban destrozados, los cristales rotos y las paredes manchadas de sangre, como si dos monstruos enormes hubiesen entablado una pelea a muerte. En medio del destrozo, detrás de los restos de una mesa de madera, se hallaba el cadáver de Waldemar Kornek. Tal como reza la noticia –y como el autor pudo comprobar en la copia de los partes policiales y las fotos de la autopsia– la garganta de aquel hombre había sido desgarrada por unos enormes dientes de naturaleza animal. Aquello no dejaba dudas en cuanto a la identidad del asesino, pero algunos detalles adicionales arrojaban serias dudas sobre lo que había ocurrido allí.
El más curioso de todos los detalles era que el cuerpo de Waldemar Kornek se hallaba completamente desnudo. Entre sus dedos el equipo forense encontró algunos cabellos rubios que probaron pertenecer a su hija Renata.

En cuanto a la joven, esta había desaparecido, así como Misha. Un hilo de sangre se extendía desde el salón de la casa hasta la puerta que daba al patio trasero y de esta hacia los restos de la reja que marcaba los límites de la residencia. A partir de allí el rastro se hacía más difuso hasta desaparecer por completo unos metros más adelante.

La policía hizo un gran despliegue durante esa noche y los siguientes dos días, pero todos sus esfuerzos resultaron inútiles: Renata y su lobo no aparecieron.

El dossier incluye la grabación de una llamada al servicio de emergencias realizada cerca del mediodía siguiente. Varios análisis concluyeron que se trataba de la voz de Renata Kornek. En la grabación, la muchacha suena tranquila y calmada, no como en un estado de shock sino como genuinamente en paz con la idea del terrible hecho que había acabado con su padre. El autor realiza además una transcripción de la llamada resaltando con un rotulador el siguiente párrafo.

Sé muy bien lo que ha sucedido. Misha no mató a todas esas personas. Él es bueno. Quién los mató fue mi padre. Ocurrió cuando Misha lo mordió. De alguna forma él le pasó su enfermedad. Mi padre intentó culpar a Misha porque le tenía miedo, pero yo descubrí su secreto. Por eso anoche se convirtió en un monstruo e intentó matarme. Misha solo me protegió. Pero está herido, así que tengo que llevarlo a su hogar. A la casa. A la puerta. Dónde están los suyos, donde están los que nos esperan. Hace muchos años intentaron llevarme con ellos, pero yo no quise. En vez de eso me permitieron quedarme con Misha. Pero ahora es el momento de volver. No intentéis seguirnos.

La policía consiguió rastrear la llamada hasta una cabina telefónica cincuenta kilómetros al este de la ciudad. Pero de Renata Kornek y su lobo no se encontró ningún rastro.

Epílogo

El último documento del dossier ocupa solamente un folio. Sin embargo, queda muy claro que esta única hoja es la principal causa de que el editor encargado de Der Spiegel declarase el reportaje impublicable.

Se trataba de una nota mecanografiada de la investigación llevada a cabo por el propio autor tras examinar todo el material disponible sobre el caso de Renata Kornek, el fragmento de una corta entrevista a un funcionario estatal llamado Wolfram Berg, guardabosques de una de las principales reservas forestales del este de Hessen y, en tiempos de la Guerra Fría, agente encubierto de inteligencia encargado de vigilar la frontera con la RDA. La doble ocupación de Berg hizo que su testimonio fuese omitido inicialmente de los medios, pero tras la desclasificación de los documentos el autor tuvo acceso a unas declaraciones que formaban la pieza final del rompecabezas de Renata y su desaparición.

Wolfram Berg fue la última persona que vio a Renata Kornek y, sin embargo, ningún cuerpo de seguridad hubiese tomado en serio su testimonio.

Dos días después de la misteriosa desaparición de la chica y su lobo, Berg realizó una llamada a sus superiores indicando que algún intruso había saltado la valla metálica que separa la reserva forestal de la carretera. El acceso se había realizado en uno de los numerosos puntos ciegos del camino, donde la vigilancia era más escasa. Ante la posibilidad de que el intruso escapase hacia la frontera, Berg decidió no esperar refuerzos e iniciar su labor de rastreo y persecución él solo. Sin embargo, cuando finalmente consiguió dar con el paradero de aquel que había traspasado el perímetro de seguridad, no encontró contrabandistas ni agentes de la Stasi. En lugar de eso, lo que halló fue a una joven chica rubia, descalza, cubierta únicamente con un vestido blanco que apenas la protegía del frío de aquel día nublado.

Ella miraba fijamente al vacío sin decir ni una palabra. Al verla, recuerdo que retiré la mano de mi arma y la llamé, enseñándole mis dos manos vacías, queriendo mostrarle que no le iba a hacer daño. Tenía la mirada ausente, como si estuviera drogada o como si mirase algo que estaba más allá de nosotros dos. No me hacía ningún caso. Supongo que pude haberla reconocido porque había leído algo en la prensa y sabía que era una fugitiva, pero en aquel momento juro que no se me ocurrió. Solo sé que aquel vestido blanco manchado de sangre la hacía parecer un fantasma, una aparición en medio del bosque. Volví a llamarla y esta vez decidí arriesgarme y me acerqué un poco más. Me detuve porque escuché algo delante de mí, el gruñido de una bestia. Al principio me sorprendió porque por aquella zona no queda ningún animal peligroso, pero al mirar entre los árboles lo descubrí. No sé cómo no lo había visto antes; un lobo gris enorme, de ojos amarillos, la bestia más grande que he visto en mi vida. Sangraba por un costado, pero parecía sostenerse en pie. Y me miraba con una intensidad terrible. Esos ojos no los olvidaré en lo que me queda de vida. Me quedé congelado, pensando que iba a morir, sin atreverme a tomar mi arma y disparar porque sabía que si fallaba sería mi fin. La muchacha dejó de mirar a la lejanía y clavó sus ojos en mí, los ojos más azules que he visto nunca. Se veía calmada, como si aquella bestia que estaba a su lado no pudiese hacerle daño. Quise hablar, quise decirle que tuviera cuidado, que se acercara a mí, que viniera, quise decirle cualquier cosa para que me respondiera y me asegurara que era humana. Pero no me dijo nada, solo me miraba y me dedicaba una media sonrisa. Tampoco la hubiese escuchado, porque en ese momento mi atención fue desviada a los ruidos de pisadas en las hojas muertas y en la tierra húmeda, y los vi; vi varios pares de ojos que me observaban entre los árboles, ojos amarillos que pertenecían a otras muchas bestias que nos rodeaban en aquella parte del bosque. Apenas podía ver sus siluetas en medio de los árboles, pero eran lobos, varios de ellos, observando sin intervenir, una manada entera que había salido de la nada. Juro que en aquel momento el miedo no me dejó moverme, pero apenas duró un instante, porque cuando volví a mirar la chica y el lobo que la acompañaba habían desaparecido, así como el resto de los animales. No había ni rastro de ellos, como si se hubiesen esfumado en el aire. Me había quedado solo en medio del bosque, con el ruido de los pájaros y el olor de las hojas de los árboles.

A pesar de la intensa búsqueda llevada a cabo durante esos días, nadie consiguió dar con el paradero de Renata Kornek y su lobo. Su recuerdo probablemente habría terminado también por desvanecerse si no fuera porque yo la encontré perdida en aquel polvoriento archivo donde van a morir las historias olvidadas.

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