–Mami, ¿los monstruos pueden desaparecer?
–Claro que sí, mi niño. Solo es cosa de cerrar los ojos y rezar con mucha fuerza para que cuando los abras, ya se hayan borrado.
Esa noche el niño cerró sus ojos y oró cuando vio a su monstruo acercarse de nuevo por debajo de sus sábanas. Cuando los abrió, vio la cara de su padre desfigurarse poco a poco.
Que crudo. 😮