Había una vez
...muchas maneras de echar tu cuento
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La de Andrés y la de Lara

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Don José metió la primera sin saber que era la de Andrés, luego metió la de Lara.

Ya está muerto. El pollo se le muere en las manos justo cuando se lo entregan, y así le da un beso al pollo muerto, porque no se dio cuenta de que ya es cadáver.

­­­­—¡Lo mataste! —la acusa Valeria.

Lara se queda tres segundos con el pollito entre las manos, mirando el ojito negro con sus ojotes verdes, y sin mover sus labios, que están llenos de asco y de muerto.

—No lo maté. Ya estaba muerto cuando me lo diste. —Dice Lara con voz calma y sedosa, como si estuviese pronunciando otra cosa más bonita.

Ella sabe que no lo apretó con fuerza; al contrario, lo tomó con delicadeza porque lo vio débil y sufriente, pero eso ya no importa.

El instinto le hace pasarse la lengua por el labio inferior. Ve entonces el piojo emerger de entre las plumas del animalito y escupe.

—¡Lo mataste y ahora se va a morir tu mamá! —sentencia Valeria, la serranita, con más verdad en sus palabras de la que cree tener.

La mirada de Valeria asusta hasta a los adultos. Lara se acuerda de las palabras de su madre: «Esa niña es mala, Lara, no todos los niños son inocentes. Ten cuidado con esa nena, chiquipipi… y con el amiguito cojo también, y que Dios me perdone».

—¡Si no quieres que se muera tu mamá, te lo tienes que comer! —grita Andrés, el cojito, metiéndose entre las dos niñas.

Le arranca el ave de la mano a Lara y con violencia trata de metérsela en la boca a la aterrada pequeña. El pico o una garra le hace daño en el labio. Lara siente el cuerpo todavía caliente del animal, tiene una arcada y vomita. Por pura gravedad, el ave cae por dentro de su camisa y se queda atrapada entre la tela y la pancita de Lara.

Ella se echa a correr con el animal entre la ropa; le sigue haciendo daño, ahora en la barriga, con el pico, con las garras, quién sabe. Andrés se va detrás de Lara con su cojera. Lara corre como nunca, pálida, fría, echa pipí, hacia el bosquecito de don José; se acuerda de que lo tiene prohibido, pero nunca ha visto a don José, y da más miedo el peligro inminente que el futuro incierto.

Valeria se queda con la mirada de niña mala viendo a los otros dos.

—¡Te lo vas a comer! —grita Andrés, mientras se pierde también en el bosque, listo para obligar a Lara a tragarse a la avecita; o quizá solo quiere espantarla un poco.

En verdad no importa, porque justo en ese instante llega la de él. La de Andrés se mete por la sien del niño, como en un suicidio de novela negra, con orificio de salida y demás. Lo mata de inmediato y él ni se entera.

La de Lara sale de la misma arma un segundo después; más cruel, lenta en el homicidio, mala como la suerte, pero justa, como siempre es el destino. Le da en la panza, al lado del ave que no se comió ni mató.

El viejo don José, casi ciego, desapunta el arma, seguro de que esos malditos zorros no se comerán más sus pollos.

—Creo que le di a algo —le dice a su ayudante—, anda a ver.

La madre de Lara está lejos, cantando en la cocina de la casa. Escucha los disparos, nada fuera de lo común. Pero no alcanza a oír los quejidos de su chiquipipi. Sigue cantando, pensando siempre en su niña, la canción de La Luz:

Que no me nieguen las sombras,
los destellos de tu luz.
Que no se apague tu estrella,
que seas por siempre tú
.

Después del «tú» de la madre, Lara deja de quejarse. Los ojotes verdes se quedan fijos en el cielo blanco y en el sol. La madre va a sentir el dolor que nunca sintió, pero no sufrirá por mucho tiempo; cumplirá mañana mismo, después del entierro, la sentencia de Valeria, la niña mala.

9 Comments

  1. Me parece muy interesante cómo jugaste con las consecuencias de romper las reglas. Por un lado, lxs niñxs mueren por entrar al bosque prohibido; por el otro lado, la madre muere porque Lara no se come al pollo.

  2. Me encantó.
    La inocencia infantil es un tema común, ahora, tocar el tema de la maldad en un niño promete por lo general bastante espanto, tanto en ficción como en la vida real.
    Me quedé con ganas de saber más de Valeria, (¿quizás para una secuela o precuela?).
    Escalofriante cómo se cumple el vaticinio de la niña, ¿le dará más poder? O por el contrario ¿la hará cambiar?.
    Al final todo es redondo, si te robas los “pollitos” de la granja de don José, seas zorro o un niño, recibirás un disparo. Si no te comes el pollito, tú mamá morirá. Y si no le haces caso a tus padres, cosas malas te pasarán.
    Si llego a ser madre usaré tu cuento para que mi descendencia obedezca jaja.
    Te felicito Mauricio, con un cuento corto, lograste intrigarme, suspenderme e impresionarme.

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